Pero como se sigue cumpliendo la premisa de que todos los fines de semana tiene que hacer malo, pues eso, que llegamos a Arenas de Cabrales y el cielo estaba más negro que la panza de una burra y echaba agua como cosa mala. Y como las previsiones eran que iba a empeorar a lo largo del día, nos dio un poco de canguelo el que nos pillase una tormenta a la salida del corredor, y lo que hicimos fue darnos media vuelta y salir corriendo para Santander.
Y menos mal que yo tenia una alternativa; la ruta de la costa que todos los años organizan los currelas de Valdecilla (bueno, alguno ya en la situación que no le gusta nada a Rajoy, cobrando del estado en vez de "contribuir" con el estado, osease, jubilado) compañeros de nuestro amigo Dani. Así que aún me dio tiempo de llegar a casa, descargar de la mochila el material de invierno, y bajar hasta la rotonda del Chiqui antes de la nueve, que es a la hora en que habían quedado los que se quisieran apuntar a esta larga pero bonita marcha.
A eso de las nueve y veinte nos pusimos en marcha los diez que nos apuntamos al final para la ocasión, con algunas ausencias notables. Alguno prefirió irse a "zampar" en lugar de a andar.
Primera parada contemplativa en cabo Mayor
Por debajo del faro, llegando al monumento de los chavales que murieron escalando hace ya años, descubrimos este impresionante derrumbe, muestra palpable, junto al del Puente del Diablo ocurrido hace dos años, del continuo trabajo de moldeado que realiza la fuerza de las olas.
El amigo Gallo con el faro al fondo
Isa, la única representante de las féminas en el día de hoy.
Segunda parada contemplativa en la punta antes de llegar al Puente del Diablo.
Otra paradita en el panteón del Inglés, erigido por un inglés en recuerdo de otro inglés muerto al caer de su caballo cuando paseaba por esta zona.
Una bella
estampa marinera al pasar por la Maruca
La isla
de la Virgen del Mar desde otra perspectiva
Dani dispuesto
a enfrentarse a piratas y corsarios.
Ahora toca
enfrentarnos con nuestros bocadillos, a la bota de vino, y a un riquísimo chupito de orujo con hierbas.
Desde
nuestro comedor tenemos estas magníficas vistas.
Continuamos
nuestro caminar y llegamos a la bonita zona de los Urros.
Al
fondo ya se ve el pinar y la playa de Liencres donde termina nuestro caminar
por la costa y donde se inicia el regreso hasta el pueblo de Liencres donde
cogeremos el autobús que nos devolverá hasta Santander. Pero antes, Isa, Ruben
y yo afrontaremos la ascensión hasta la cumbre de la Picota, lugar que hace ya
trece años que no piso.
Bonita
foto con Isa y un perro que nos ha acompañado durante unos kilómetros, como
nadie está dispuesto a adoptarle, al final tuvimos que echarle.
Modesta
cumbre la Picota, pero con unas magníficas vistas sobre el abra del Pas y la
ciudad de Santander. Los Picos que también tienen buena vista desde aquí, hoy
las nubes nos los ocultan.
Al
final disfrutamos de un buen día, tanto “meteorológico” (aunque las previsiones
eran de agua sobre todo por la tarde) como de armonía y camarería entre los “expedicionarios”.
Hasta el año que viene que repetiremos, más y mejor.